Ryke Geerd Hamer, un doctor alemán que ejercía en Roma, Italia, recibió un llamado telefónico en medio de la noche; su hijo Dirk, de 17 años, había sido baleado durante unas vacaciones en el Mediterráneo. Tres meses más tarde Dirk murió y poco después el Dr. Hamer, quien había contado con buena salud a lo largo de su vida, se encontró totalmente abrumado por esta catástrofe; descubrió que sufría de cáncer testicular, poco tiempo después, su esposa,  Sigrid Oldenburg, presentó cáncer de mama. Sospechando que esto no era mera coincidencia, decidió investigar las historias personales de los pacientes de cáncer para ver si es que habían sufrido algún choque conflictivo, angustia o trauma anterior a su enfermedad. Con el tiempo y tras una exhaustiva investigación con miles de pacientes, el Dr. Hamer finalmente consiguió demostrar que la enfermedad solamente es causada por un “shock” que nos toma totalmente desprevenidos.

Este último concepto es muy importante. Si de alguna forma conseguimos prepararnos para el evento chocante, evitaremos enfermarnos. El Dr. Hamer prefería no decir “cáncer”; más bien, es una respuesta biológica especial a una situación insólita, cuando la situación de “shock” se resuelve, el cuerpo se aísla para volver a la normalidad. Esta es una versión simplificada de los hechos. Presentó su trabajo a la universidad en Alemania de la cual era afiliado. Ellos, sin embargo, sin explorar o comprobar sus hipótesis le pidieron negar sus hallazgos; como no pudo considerar desdecirse de todo aquello que había comprobado científicamente, se rehusó y como consecuencia le fue quitada la licencia para practicar medicina. No obstante, que la universidad de Tübinger Stift fue ordenada por la corte a realizar las pruebas necesarias para comprobar la teoría, este procedimiento jamás se llevó a cabo.